La macrobiótica es un asunto que engloba muchas cosas de las que hacemos a lo largo del día –comida, ejercicio, higiene, etc.- por ello está directamente relacionada con la ciencia de los hábitos.
En pasados posts os presenté a Leo Babauta, autor del éxitoso blog ZenHabits, donde nos habla semanalmente sobre los hábitos; qué hacer para desechar los que no nos llevan a ninguna parte y qué hacer para mantener los que nos aseguran un buen futuro. Con frecuencia sigo su blog, no pudiéndome resistir a traducir de vez en cuando algunos de sus artículos (con su permiso por supuesto).
En el post que traduzco hoy nos habla sobre cómo nuestro gusto también es una cuestión de elección. Podemos elegir qué comida nos gusta. Al final del post tenéis un enlace al artículo original.
EL QUE TE GUSTE LA COMIDA SALUDABLE ES UNA ELECCIÓN
Por Leo Babauta
Tengo una teoría que yo mismo he comprobado: si te gusta una comida particular es porque lo has elegido.
Estoy seguro que hay cosas a las que le daríamos la espalda: verduras (un montón de gente), o col rizada (mis hijos), berenjena (Eva), tofu (muchos no vegetarianos), quinoa (gente loca), siempre hay algo.
Pero lo que yo he aprendido es que los gustos pueden cambiar. De hecho, nosotros podemos cambiarlos a propósito:
- Solía odiar las verduras. Ahora me encantan.
- Odié la bebida de soja la primera vez que la probé. Ahora la bebo a diario.
- Hace 10 años no me gustaba el arroz integral, ahora lo prefiero mucho más al arroz blanco (el cual no tiene sustancia)
- Me solían encantar los dulces, pero los he dejado hace unos pocos meses y ahora todavía los comería pero no me darían tanto placer.
Y hay otros ejemplos. Docenas de veces he cambiado mis gustos.
Por tanto, si el gusto por la comida puede cambiar, ¿por qué a las personas no les gustan ciertos alimentos? Porque no se han acostumbrado a ellos. Una vez que te has acostumbrado, esos mismos alimentos pueden saber genial.
¿Por qué no nos gustan los sabores a los que no estamos acostumbrados? Porque esperamos que la comida buena esté dentro de un cierto rango de lo que a nosotros ya nos gusta. Dentro de nuestra zona de confort. Esto es lo que esperamos y cuando la comida no responde a lo que esperamos, sencillamente no nos gusta. No significa que la comida tenga mal sabor por sí misma. Por ejemplo, a mucha gente no le gustan los alimentos amargos… pero a mi me encantan. ¿Ciruelas umeboshi? ¿Cerveza amarga? ¿Hojas de diente de león? Me encantan. La comida nos sabe mal porque no estamos agusto con ella; no cumple nuestras expectativas.
¿Pero y si nos deshacemos de nuestras expectativas? Y si decimos: “La comida no necesita saber a nada. Vamos a ver cómo sabe”.
Oí decir que un experto en vinos quería desarrollar su paladar, y entonces probó todo tipo de cosas. Incluso la tierra. Puso tierra en su boca y comprobó cómo sabía. A mucha gente le repugnaría, ¿pero y si sólo probamos e intentamos descubrir?
Sé curioso. Explora los sabores de las comidas. Deja a un lado las expectativas y los prejuicios. Puede que encuentres algunas cosas interesantes.
Y además: esto funciona con todo en la vida, no sólo con la comida.