Según la macrobiótica tradicional, la comida no contiene únicamente su composición bioquímica, sino que contiene otras formas de energía que también influye en quien las toma.
En el libro “The Macrobiotic Path to Total Health”, Alex Jack y Michio Kushi nos enseñan que la energía que contiene la comida depende de varios factores:
- La calidad. Dentro de este factor podemos incluir si el alimento es de origen animal, vegetal o mineral. También podemos diferenciar entre natural, biológico o cultivado mediante productos químicos; sin son alimentos integrales o refinados; procesados o naturales.
- El moviento y dirección en que crece. Hay alimentos que crecen hacia arriba y se expanden, como por ejemplo las acelgas. Hay otros alimentos que crecen hacia abajo y se concentran, como por ejemplo, las zanahorias.
- El efecto que producen en el cuerpo. Existen alimentos que enfrian, otros que calientan y otros que tienen un efecto neutro.
- El sabor (ácido, amargo, dulce, picante o salado)
- Otros factores. Aquí podemos incluir la forma, la tamaño, el color, la textura, la composición nutricional.
Todas estas son formas de energía que nos llegan a través de la comida. Recuerdo algo que a este respecto nos contó una profesora en Becket (lugar donde se encuentra el Instituto Kushi). Contaba que la hija de un profesor de macrobiótica presentaba un aspecto débil y no mucha energía. La comida era de calidad y sus padres no se explicaban el porqué de sus carencias. Entonces la abuela, también entendida en macrobiótica, les recomendó que fuesen al supermercado y comprasen la verdura más grande y de mejor aspecto que encontrasen, y que elaborasen la comida cada día con ella. A pesar de que la verdura no fuera biológica, la niña comenzó a mejorar, de modo que un día ya no hizo falta acudir más al supermercado. Con esta historia me gustaría plasmar que los alimentos son la expresión de diferentes tipos de energía y que, según nuestra condición, podemos seleccionarlos en relación a varios criterios. Cuando te alimentes no tengas solo en cuenta lo que puedes ver a través de un microscopio; el aspecto, la forma, el modo de cultivarlo, el sabor, etc. también forman parte de lo que ingerimos.
Cuando tomamos un alimento abosorbemos todas estas cualidades energéticas en forma de ondas y vibraciones que influyen en la calidad de nuestra sangre, órganos, tejidos, células e incluso nuestra conciencia. A continuación leemos un breve resumen de la energía de los cereales, verduras y legumbres, ingredientes indispensables en la cocina macrobiótica.
CEREALES
Los cereales integrales nos aportan una energía relajada y al mismo tiempo resistente. Si nos fijamos en la planta, veremos que está firmemente arraigada al suelo, que crece hacia arriba, erguida y flexible, uniendo la tierra y el cielo. Cuantos más cereales consumamos más fuerte y flexible será nuestro cuerpo, y seremos capaces de soportar todo tipo de tiempos, retos y dificultades, al igual que hacen las plantas de donde los obtenemos.
A nivel nutricional, los cereales contienen carbohidratos complejos y fibra, que facilita las funciones digestivas y excretoras; vitaminas del grupo B, fundamentales para asegurar una correcta función del sistema nervioso; proteínas de alta calidad, imprescindibles para el crecimeinto del cuerpo; calcio y otros minerales que hacen los fuertes.
A nivel ambiental, los cereales no requieren gran cantidad de recursos para poder ser cultivados. Al mismo tiempo, no degeneran residuos o gases tóxicos como en el caso del ganado.
VERDURAS
Las verduras son el complemento ideal a los cereales. Las verduras aportan ligereza, refrigeran y calman, mientras que los cereales nos aportan solidez, estabiliad y vitalidad.
Verduras como las acelgas o la col rizada ofrecen energía ascendente, estimulando así las funciones del hígado, la vesícula biliar, los pulmones, el corazón y las facultades mentales. contiene altas cantidades de hierro, calcio y otros minerales y vitaminas. En la forma de zumos son recomendables para el tratamiento de desordenes en el hígado y para disolver proteina y grasa animal acumulada en el organismo. Otros usos de la energía de las verduras son las cataplasmas, habituales como remedio macrobiótico, que se pueden elaborar para reducir la inflamación o aliviar quemaduras.
Las verduras redondas, como calabazas y cebollas, ofrecen una energía más equilibrada. Apropiadas para mejorar la condición del pancreas, el bazo, el estómago y el sistema linfático. Su sabor, normalmente dulce, calma y centra la mente.
La verduras de raíz, como zanahorias y nabos, nos aportan una energía descendente y que se concentra; apropiadas para la acumulación de energía tras períodos de desgaste.
LEGUMBRES
Las legumbres, de forma parecida a los riñones, nutren esos órganos y nos aportan vitalidad y equilibrio. Son una fuente importante de proteínas, grasas y carbohidratos. Si las combinamos con un cereal y semillas (p.ej. de sésamo tostadas), resultan una fuente de proteínas muy completa, pues aquellos aminoácidos que le faltan, los poseen los cereales y las semillas. Fortalecen el sistema reproductor y su fibra facilita el trabajo a los intestinos. Las legumbres pequeñas, como adzuki, lentejas, garbanzos y soja negra, se recomienda tomarlas a diario o con frecuencia. También puedes consumirlas en forma de productos más elaborados, como el tofu y el tempeh.
Abrir nuestra forma de mirar al mundo, y en este caso a los alimentos, nos puede permitir hacer un mejor uso de los mismos. Lo que puede ser bueno desde un punto de vista, puede no serlo desde otro. Por ello, es recomendable tener a nuestra disposición diferentes perspectivas y saber usarlas según la situación concreta en la que nos encontremos.
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