Cuando conocí la macrobiótica lo hice todo a lo bestia. De un día para otro vacié mis armarios. Aprendía rápido y de la misma forma llenaba la cocina con cereales, legumbres, algas, semillas y otros alimentos. Mis platos cambiaron.
Todo iba bien, mente y cuerpo alineados, me apetecía lo que creía que era correcto. Hasta que llegaron los primeros apetitos por alimentos “prohibidos”. Uno de esos alimentos fue la sandía.
Después de 2 ó 3 días apeteciéndome con insistencia me dirigí a una verdulería, escogí una sandía no muy grande, pues vivía solo, y ya de vuelta en casa me comí media. La sensación fue la de un equilibrio brutal, como el que ha estado en el desierto varios días y por fin llega a un oasis.
¿Por qué me apeteció con tanta insistencia sandía en aquel primer verano de macrobiótica estricta? Mi respuesta: una dieta macrobiótica estricta deficiente en alimentos refrescantes y agua, lo que, unido al verano, llevó a la inteligencia de mi organismo a pedir a gritos un alimentos como la sandía.
En muchas ocasiones confundimos la macrobiótica con una dieta definida y estricta, cuando en realidad es una forma de pensar en los alimentos, que nos debe permitir una mejor elección de los mismos, dependiendo del lugar donde vivimos, de la estación, de nuestro estilo de vida y nuestra salud.
PROPIEDADES DE LA SANDÍA
La sandía vino a socorrerme en ese primer verano de macrobiótica estricta por las cualidades que posee. Ciertos alimentos, a modo de superhéroes, nos rescatan en muchas ocasiones de un desequilibrio propiciado a menudo por nuestra mente.
La sandía, fruta introducida en España por los árabes, de marcado carácter mediterráneo, florece en junio y julio y su fruto madura 40 días después. Es una fruta que nos acompaña en los meses más calurosos del año. En macrobiótica aprendemos que los alimentos que crecen de forma natural en un entorno, ayudan al hombre que vive allí a adaptarse al mismo. Por tanto, todo lo nazca en verano deberá de ayudar a las personas a llevar mejor todo lo que viene con el verano: calor y pérdida de agua.
Energéticamente la sandía enfría y da humedad, por tanto es un fruto adecuado para soportar mejor el calor y para hidratar el cuerpo, aportando no solo agua sino también sales minerales. Será muy recomendable en caso de pasar varias horas al sol, realizar ejercicio físico o no beber la suficiente agua durante el día.
Por la dirección en la que crece, hacia bajo y hacia fuera, tiende a beneficiar a la parte inferior del cuerpo humano (intestinos, vejiga y órganos reproductores). Y por su ritmo de crecimiento, lento y constante, favorecerá conductas cuyo éxito necesiten ese ritmo, al mismo tiempo que favorece un estado de ánimo más estable.
Si acudimos a una tabla de composición de alimentos veremos como lo que sabemos a nivel energético se respalda en su análisis bioquímico, como frecuentemente sucede. La sandía es muy rica en agua. Por cada 100 g de sandía 94,6 g son agua. Además del agua 4,5 g son hidratos de carbono (los azúcares naturales de la fruta), 0,4 g son proteínas, nada de grasas y 0,5 g de fibra. También encontramos minerales en cantidades variables, entre los que destacan el potasio (120 mg, mientras que el plátano, famoso por contener mucho potasio, contiene 350). Por último también destaca su contenido en carotenos (provitamina A) 198 microgramos y en licopeno, sustancia anticancerígena.
CÓMO LA TOMO YO
Me gusta tomar la sandía en ayunas, partir un par de tajadas en forma de dados y tomarlas como aperitivo que precede al desayuno. Suelo esperar unos 15 minutos entre la sandía y el resto del desayuno. Me abre el apetito y empiezo el día con algo refrescante que me ayudará a compensar el calor del verano.
Si estoy en casa puedo tomarla entre horas o bien 30 minutos antes de comida o cena.
TRUCOS PARA ELEGIR UNA BUENA SANDÍA
A veces abrimos una sandía y puede que esté verde o muy madura o que no esté dulce. Al ser una fruta tan grande, si no sale bien, nos venimos abajo. Para tener mayores garantías de éxito podemos tener en cuenta los siguientes puntos:
1
Obsérvala y comprueba que sea simétrica y no tenga ningún desperfecto, magulladura o corte.
2
Cógela y sopésala. Tiene que ser pesada para su tamaño, lo que indica que su contenido en agua es alto.
3
Observa el color de su piel. Debes observar una mancha amarilla. Esta mancha se le suele llamar “mancha de suelo” y se produce al estar la sandía apoyada sobre el suelo durante su crecimiento. Si la mancha es clara es un indicativo de que la sandía ha estado el suficiente tiempo en el campo como para madurar del todo, y por tanto, estar más dulce.
4
El color también nos dará información de su grado de maduración. Un color verde oscuro y poco brillante nos indica que la sandía está madura. Si la sandía está brillante puede que se haya cosechado antes de tiempo.
5
Por último el famoso golpe con los nudillos. Está técnica exige algo de práctica. Consiste en dar un golpe con los nudillos a la sandía, si suena a “hueco” indicará que la sandía está en su punto.