¿Qué cantidad de energía me da lo que como? ¿Me tengo que fijar únicamente en las calorías? ¿Hay algo más aparte de lo que nos muestran las tablas de análisis de alimentos?
Desde la macrobiótica nos enseñan que los alimentos no son sólo su composición química, sino que existe muchos más. La forma de cultivarlos, cómo los cocinamos, la actitud de quién lo cultiva y de quien lo cocina, el estado en el que se encuentra la persona que la toma y las características del entorno son algunas de cosas que modifican la energía que obtenemos de los alimentos.
Todos estos elementos no aparecen en ninguna receta pero deberían estar en todas. Son el fondo, la red de seguridad desde la cual llevar a cabo las instrucciones que leemos en cualquier libro de cocina. Si el amor está de fondo, si cuidamos nuestras una actitud mental y otros detalles que veremos a continuación, las instrucciones de toda receta se elevarán sobre cimientos sólidos.
Los siguientes consejos parten de la mano de Michio Kushi y Alex Jack que los citan brevemente, pero que aquí los comentamos y desarrollamos. De esta manera la macrobiótica energiza lo que comes.
PRODUCTOS LOCALES Y ESTACIONALES
Utiliza productos de máxima calidad, locales y estacionales. Lo que comemos es un medio que nos pone en contacto con los ritmos naturales. Comer productos de estación es una señal más que le está informando al cuerpo de lo que pasa fuera, y en consecuencia, de cómo tiene que comportarse dentro. La macrobiótica pomueve el equilibrio, si existe equilibrio entre los acontecimientos externos y los internos, la probabilidades de que haya salud son muy grandes. Por ejemplo, un cuerpo que se enfría cuando hace calor y que se calienta cuando hace frío, es un cuerpo sano. Por ello, es recomendable adecuar lo que comemos a cada estación. Imagina lo que supone el comer un plato pesado en verano; le obligas al cuerpo a calentarse cuando el ambiente externo le está recomendando justo lo contrario.
COMPRA BIOLÓGICO
Cocina alimentos cultivados de forma biológica. La cantidad de tóxicos que aplican a los alimentos es cada vez mayor. Eso obliga a nuestro organismo a trabajar demasiado para poder deshacerse de todas esas sustancias extrañas, lo que lleva muchas veces a estados de saturación que desembocan en enfermedades. Miquel Portá, uno de los científicos entrevistados en el documental “Què mengem?” emitido en TV3 el 30 de mayo, comenta que en un estudio realizado en Cataluña en 2002 comprobaron que el 34% de los ciudadanos tenía al menos 3 contaminantes a concentraciones altas. Miquel, ve en los tóxicos utilizados en la industria agroalimentaria una de las principales razones de la existencia de tanta gente enferma antes de los 80 años. Si estás interesado en este documental puedes conseguir un enlace en la entrada de este mismo blog titulada Dos documentales para el cambio hacia una vida macrobiótica.
Ahora cada vez es más fácil adquirir productos biológicos. Muchas herborísterías tiene sus propios productos, otras tienen servicio de pedido, e incluso en las grandes superficies ya hay productos BIO. Para quienes viváis en Elche, podéis encontrar verdura ecológica en Herbia, o pedirla en Espígol. En Torrellano encontramos Ecomercat, que disfruta de su propio huerto ecológico y tiene verdura fresca la mayor parte de la semana. Todas estas tiendas también ofrecen gran variedad de alimentos para la cocina macrobiótica en Elche.
CUIDA TU BATERÍA DE OLLAS Y SARTENES
Utiliza acero inoxidable, hierro fundido, cerámica u otros materiales naturales. Hemos de evitar las sartenes antiadherentes ya que contienen sustancias perjudiciales para la salud. Un ejemplo de este tipo de sustancias perjudiciales se muestra en dos estudios publicados en la revista Environmental Health Perspectives (agosto 2007), en que se comprueba que el ácido perfluorooctanoico (PFOA), que se utiliza en sartenes antiadherentes y recipientes de comida rápida, se acumula en los cordones umbilicales de los fetos y retarda su crecimiento.
OLLA A PRESIÓN Y TIEMPO DE COCCIÓN
Cocina los cereales integrales y las legumbres utilizando una olla a presión o una olla pesada. Resalta su importancia en invierno, ya que es el momento en que necesitamos más energía para compensar el frío externo. La olla a presión tiene la capacidad de acumular más energía (más temperatura) que posteriormente encontramos en lo cocinado. Cocina durante bastante tiempo, a no ser que sean platos cuya característica principal sea la frescura, como por ejemplo, las verduras escaldadas o los salteados rápidos. En este aspecto volvemos a los métodos tradicionales, normalmente más en la línea de la macrobiótica, en los que nuestras abuelas ponían la olla a media mañana y se pasaba hirviendo a fuego lentos durante horas.
EL PROCESO ESTÁ EN EL RESULTADO
Prepara la comida con amor y calma. Una mente en paz energiza la comida con esas misma vibraciones. En el I Congreso de Macrobiótica Mediterránea, celebrado en la Universidad de Jaume I de Castellón (2010), uno de los ponentes habló sobre este tema. El ponenete era el Lama Dorje Dondrub, integrante del monasterio budista Sakya Tashi Ling. Con un estilo dinámico y divertido nos hizo ver como la energía con la que está en contacto el alimento influye en él. La felicidad del agricultor y de la dependienta de la tienda donde compramos, el estado que tenemos cuando cocinamos, cuando comemos, después de comer e incluso cuando limpiamos los platos. Comentó que uno de los puestos más elevados en un monasterio budista es el de cocinero, porque son conscientes de lo mucho que influye la conciencia de quien lo prepara en quien recibe el plato. Un ejemplo de su humor quedo patente en una de sus frases iniciales: “Comer con el telediario es para profesionales”.
Nuestro estado cuando cocinamos, comemos y pasamos la sobremesa es un ingrediente más que hay que tener en cuenta. Por eso, el hecho de agradecer la comida, antes y/o después de recibirla, constituye uno de los actos más poderosos para incrementar la energía de la comida que ingerimos.
SABORES, FORMAS Y COLORES
Los colores, formas y sabores de los alimentos son diferentes formas de energía contenida en los alimentos. Cuanta más variedad de tipos de energía contenga nuestra dieta más beneficios nos reportará y más satisfactoria resultará. Como guía que nos ayude a elaborar nuestro menú podemos utilizar tablas en las que se dividan los alimentos por sabores, colores o formas. Una de estas tablas aparece en el libro del consultor macrobióticoVerne Varona, “Macrobiotics for Dummies”, que divide los alimentos por sabores:
- Amargo: col rizada, acelgas, perejil, endivia, apio, laurel
- Salado: sal marina, algas, tamari, miso, sal de sésamo (gomashio), ciruelas umeboshi, encurtidos
- Dulce: maíz, zanahorias, calabaza, chirivía, fruta, cebollas estofadas, cereales, canela, mermeladas
- Ácido: limón, chucrut, manzana ácida
- Picante: jengibre, ajo, cebolla cruda, rábanos, pimienta
Un ejemplo práctico de la combinación de sabores podría ser este: mezclar a partes iguales shoyu y zumo de limón, y añadir está vinagreta a endivias cocinadas al vapor. Esto crea un plato con tres sabores.
MATICA, MASTICA, MASTICA
Masticar contribuye a extraer más energía de los alimentos. No es una expresión metafórica, sino que hablamos de un proceso físico. La eficacia de los jugos gástricos y enzimas digestivos será mayor cuanto más superficie del alimento esté en contacto con ellos. Trozos más pequeños de comida es igual a una superficie mayor de contacto. Al mismo tiempo, el masticar bien la comida hace que las sustancias contenidas en la saliva realicen su cometido. Una de estas sustancias es la ptialina, una amilasa que comienza con la digestión de los hidratos de carbono. Otras funciones de la saliva son: neutralizar el PH de los alimentos ácidos, lubricar el bolo alimenticio para que pase bien a través del tracto digestivo y destruir las bacterias protegiéndonos de caries e infecciones.
Para acabar quisiera destacar otra ventaja del masticar, esta es su capacidad meditativa. En varias ocasiones, tras una discusión o acontecimiento negativo que me agitó la mente, comprobé como esos conflictos mentales se disolvían al igual que lo hacía la comida al masticar. No sólo masticamos físicamente sino también psicológicamente.