Nada apetecibles a simple vista, encierran un secreto.
Si las tomamos atentos notaremos que existe un rasgo primigenio en ellas. La sustancia más pura capaz de alimentarnos y transportarnos al origen.
En cada cucharada de gachas existen dos elementos:
1.-Una parte líquida y espesa, de sabor neutro pero, de alguna forma, reconocida por el organismo como nutritiva y calmante. Semejante a la leche recibida en la lactancia y símbolo del cuidado que el universo nos proporciona.
2.-Una parte sólida, pero al mismo tiempo blanda, que aconseja el masticar, como acto adulto y símbolo de la necesidad de acción en el mundo.
Recibir unas gachas esperando el sabor y texturas intensas de los platos cotidianos es un error, pues las gachas son lo puro, lo primero, y por ello mismo nos exigen estar en silencio para apreciar sus cualidades.
Las gachas son el desayuno más aconsejado en macrobiótica, pudiéndose acompañar de otros platos como la sopa de miso, unas verduras al vapor, unas semillas, un té y quizás algo de fruta o compota.
Las gachas se utilizan también cuando alguien está convaleciente, pues sus propiedades terapéuticas son extraordinarias.
Se puede tomar con un toque salado, añadiendo salsa de soja. O con un toque dulce, añadiendo verduras como calabaza, zanahoria, boniato… u orejones y pasas. Se pueden enriquecer con frutos secos y semillas, y darle un toque sensual con el sirope de arroz o cebada.
Se cocinan normalmente con una base de arroz integral, que puede estar sólo o bien acompañado de otro cereal en proporciones diversas.
Aquí tienes varios ejemplos de gachas cuya receta encontrarás en entradas pasadas de Macrobiótica Mediterránea:
- Gachas de arroz integral con miso
- Gachas de calabaza [preparadas con arroz integral]
- Gachas para la ola de frío [preparadas con trigo sarraceno]
- Gachas de copos de avena
- Gachas de arroz integral con trigo
Hoy en día, en los libros de macrobiótica, encontrarás recetas de gachas a las que también llaman “crema” o “porridge”.