Recuerdo estar en Tolousse, en la cocina comunitaria de una residencia universitaria. Allí estaba estudiando mi hermana y yo fui a visitarla tras haber estado unos días en Cuisine et Santé (escuela de macrobiótica), de donde partí cargado de provisiones. Entre esas provisiones, se encontraba una bolsa de lentejas rojas que había aprendido a usar en ese mismo viaje.
Salteé media cebolla y una zanahoria troceada, añadí agua mineral y medio vaso de lentejas. Lo tuve hirviendo durante 2o minutos, y al final mi hermana y yo, disfrutamos de un delicioso plato de comida caliente.
Lo que diferencia a las lentejas rojas de los otros tipos de lentejas, a parte de su color rojo, es que no tienen piel. Al no tener piel son más digestivas, y desde el punto de vista culinario podemos hacer con ellas cremas deliciosas. En alguna ocasión, las he añadido a un arroz caldoso para espesar el caldo y darle un toque de sabor. Las podréis conseguir fácilmente en cualquier dietética o herboristería.
La receta que os voy a presentar hoy está inspirada en una que encontré en un libro titulado “La Cocina Zen”, de Edward Espe Brown, un interesante personaje del que hablaremos en futuras entradas. Esta receta la hago de forma regular y es un plato que siempre gusta a la familia. Atreveros a convertiros en un chef macrobiótico y no saldreís defraudados. ¡Ahí va la receta!
Primer grupo de ingredientes:
- 1 vaso de lentejas
- 5 vasos de agua
- 1 sello de alga kombu
- 3 cucharaditas de sal
Segundo grupo de ingredientes:
- 250 g de cebolla, picada
- 250 g de zanahoria, troceada
- 2 dientes de ajo
- 2 cucharaditas de sal
- aceite
Tercer grupo de ingredientes:
- 1/2 cucharadita de comino molido
- 1/2 cucharadita de cilantro molido
- cáscara de un limón
La elaboración es muy sencilla: 1) Hervir el primer grupo de ingredientes durante 40 minutos. Las lentejas pueden estar en 20 minutos, pero para darle un toque más cremoso, a mí me gusta tenerlas más tiempo cociendo; 2) En una olla a parte o en una sartén honda, saltear el segundo grupo de ingredientes; 3) Mezclar el primer y segundo grupo de ingredientes, y añadir el tercer grupo (especias y limón). Cocinar todo junto unos minutos para que se mezclen los sabores.
Esta es la receta básica. A partir de aquí podéis ir haciendo vuestros ajustes personales. Por ejemplo, podéis prescindir de las especias o sustituirlas por otras, podéis sustituir la sal por shoyu, o bien añadir otras verduras.
Al aprender esta receta seréis un poco más macrobióticos.
Desde mi punto de vista, ingresar en las filas de la macrobiótica no significa tener que ser fiel a unos principios, ni comer alimentos de procedencia japonesa, ni privarse de lo que a uno le gusta de vez en cuando, ni pasarse todo el día en la cocina. Para mi, ser macrobiótico significa aprender a preparar alimentos naturales; lo que nos da la tierra. Evitamos así lo artificial en forma de alimentos procesados y productos químicos. Esto no solo podemos aplicarlo a nivel de la comida, sino también a otros niveles, que podemos incluir bajo el término “estilo de vida”. Ser macrobóticos nos ayuda a estar sintonizados con nuestro entorno, y de esa sintonización, se desprende una experiencia más feliz.
Apúntate a nuestra lista de correo
¿Quieres recibir mis actualizaciones sobre macrobiótica? Déjame tu correo electrónico y te informaré de todas las novedades.
Te he enviado un correo. Haz clic en el enlace y estarás suscrito a mi boletín.